lunes, 11 de febrero de 2008

El proceso de pensamiento circular religioso.







¿Porque creer lo que dice la biblia?

Porque la biblia es "infalible".

¿Y porque la biblia es infalible?

Porque es la palabra de Dios.

¿Y como puedes estar seguro de que se trata de la palabra de Dios?

Porque lo dice la propia Biblia.



Un circulo gráfico que explica como deshacerse de una conversación incomoda de estas que siempre provocan los masones.

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Infierno psicodélico en nivel 5

Este es uno de los mejores trip reports que he leido en castellano. Como lo he traído a colación en otro hilo, estos relatos no abundan en nuestro idioma y se podría perder en el caché de google, lo rescato para el cannabis café. Abróchense los cinturones, que vienen curvas:



“Estúpido, imbécil, desgraciado, inconsciente...” me repetía una y otra vez al llegar a casa esta mañana. No se puede, simplemente no se puede jugar con los enteógenos, no se puede jugar con algo tan aparentemente seguro y natural como pueden ser tres setas y media de Psilocybe Cubensis.

Todo empezó ayer por la noche. Un amigo y yo nos fuimos a un monte cercano a la ciudad, dispuestos a gozar de un constructivo viaje de Cubensis secos. Yo comí 3,5 monguis, mi amigo 1,5. No era mi primer viaje, eso me impulsó a sobredosificarme, no creo que pesaran menos de 4 o 5g. La ingestión se realizó dificultosamente a la 1:30h, las setas estaban terriblemente fuertes de sabor, algo que no había percibido nunca en tomas anteriores. Los efectos -muy suaves- surgieron a la hora y media. Las pupilas se dilataban ligeramente y todo se volvía rojizo. Estuvimos en el coche dos horas, notaba esa pesadez muscular típica de los psilocybes, una ligera deformación de las proporciones y pequeñas metamorfosis muy leves de las manos (las manos se secan y se marchitan cuando no concentras la mirada, no era la primera vez que me pasaba). Impulsado por las ansias empíricas de interactuar con mi entorno, salí del coche y me dispuse a andar con lentitud, prestando mucha atención en pequeños detalles. Noté esa familiaridad que une al que va de setas con los objetos, todo adquiría un aire entrañable, pacífico, los coches parecían de juguete y todas las superficies se movían en pequeñas olas, silenciosamente. Nada más, -¡Nos han salido muy suaves!- comentaba con mi amigo. Pensé que siendo su primera experiencia, quizás era lo mejor.

A las cuatro de la madrugada, aproximadamente, viendo que la realidad parecía mantenerse en su sitio y que la noche no depararía más sorpresas, mi amigo decidió llevarme a casa e irse a dormir. Yo le aconsejé que esperara un poco más, que no había pasado suficiente tiempo para hacer una tarea tan peligrosa como llevarme a casa en coche. En este punto empezó todo.



Avanzábamos lentamente por las calles desiertas, y yo percibía que ese mundo no era el mismo que antes. Las calles se deformaban, las esquinas adquirían curvas grotescas, todo se llenaba de verde y violeta y los objetos en movimiento dejaban un halo visible que tardaba segundos en desaparecer. Yo reía fascinado por esa bella percepción de algo tan anodino como unas calles. Bajé del coche. El colega no había notado nada raro y se fue a dormir tranquilo. Estuve a punto de entrar a mi casa, pero era tan hermoso y extraño todo lo que me rodeaba, que no pude resistir la tentación de ir a dar una vuelta por mi barrio. Una ola de color plomizo bañó toda la calle. Todo, el asfalto, las casas blancas, los troncos de los árboles, se volvieron plateados en un instante. Las hojas antes verdes, ahora me ofrecían un granate profundo, para luego pasar a un verde azulado, vivo y brillante. Todo palpitaba, todo parecía vivo, en todas las superficies nacían y se expandían manchas fractales, como la formación de cristales de hielo que seguro habréis visto en algún documental. Iba subiendo las calles de mi barrio y empecé a percibir deformaciones sonoras. Pequeños sonidos como la caída de una hoja o un lejano toque de claxon, empezaban a repetirse con ecos eternos a lo lejos. Sabía que subiendo calles, tarde o temprano llegaría al bosque, algo me impulsaba a ir allí, intuía que el espectáculo aun sería más intenso en la otra cara de la colina, lejos de ventanas, coches y sonidos urbanos. A medida que la luz de las farolas se volvía mas tenue, y me alejaba al bosque por un camino de tierra, los colores desaparecían, la luna me dejaba ver un bosque en blanco y negro, con una aura de RGB dibujando los contornos de los árboles y una neblina roja cubriendo lo que antes era la ciudad. Todo iba cambiando gradualmente. El blanco y negro del sendero se convertía en azul y negro, con las hojas caídas sobre el camino de un color verde fluorescente. Tenía que alejarme de la ciudad. Era una alfombra de edificios desdibujados que parecían llamas consumiéndose en cámara lenta, una llanura de gritos desgarrados, de reverberaciones interminables, terribles. Pero cuanto más me alejaba de la ciudad, más cerca oía esa melodía, música extraña, antigua y porque no...diabólica. No se me ocurren palabras para expresarlo pero era terrorífica; siguiendo el ritmo de mis pasos, se sumaban otros sonidos repetitivos, creando melodías “orgánicas” que hacían palpitar el suelo que pisaba, cada vez se sumaban más y más sonidos volviéndose una situación insoportable. Paré un instante para observar a lo lejos, esa rojiza y deforme ciudad, que ahora daba miedo, mucho miedo. Y de repente, me fui. Por un momento todo desapareció, escuché un FSHHHHHHHHH muy grabe y al momento no sentía ni veía absolutamente nada, conscientemente pensé que si me dejaba llevar por eso, podría caer desmayado y desnucarme, así que me arme de valor y no dejé que ESO me dominara; no desistiría a perder el control. Pero el miedo me impulsó a estirarme al suelo, por si volvía otra oleada de vacío, simple cuestión de supervivencia. Estaba muy asustado. Intenté concentrarme, las cosas empeoraban y el juego estaba yendo demasiado lejos. Busque el teléfono móvil. Se me derretía en las manos pero tenía que aguantar, tenía que centrarme en la realidad y seguirla. Llamé a mi amigo, entonces percibí que tenía el pantalón roto. “No entré en casa, no podía ir, estoy en el bosque, intentaré volver pero no creo que sea lo mejor, no quiero meter a mis padres en esto”. “¿Que quieres que haga? ¿Vengo a buscarte?” respondió. Y pensé en como había surgido todo, inesperadamente, era demasiado peligroso que él cogiera el coche. “Intentaré llegar a casa aprovechando que aun duermen o ir a la tuya, no se luego te llamo, no estoy bien, esto se me va de las manos”. Me concentré en el regreso. Cada vez me venían más oleadas, más amagos de desconexión, pero no podía ser en medio del bosque, eso sería el final. Regresé a mi barrio y los “golpes de vacío” desaparecieron. Aun así, todo seguía cambiando, bañándose de plateado y granate, pero ahora las calles se alargaban y acortaban, las curvas se acentuaban y las casas se inclinaban hacia mí de un modo casi cómico. En medio de esas distorsiones lúcidas tenía que encontrar un ápice de realidad que me guiara. Con no pocos esfuerzos, volví a llamar. “¿Puedes venir? No estoy en condiciones de irme a la cama. Quedamos en algún sitio...Estoy muy asustado tío.” Era todo tan diferente, que no podía reconocer las calles. Conservando la sangre fría, en medio de ese mundo deforme de colores cambiantes y ecos, divisé la marquesina de Caja Madrid. “Estoy delante de Caja Madrid...No tardes por favor, gracias te debo la vida.” Había experimentado deformaciones visuales y sonoras, pero lo peor estaba aun por llegar, eso era la punta del iceberg. Me senté a esperar en el porche de un edificio. Y noté que todo se paraba, que de repente reinaba el silencio. Estaba empezando a experimentar la peor deformación de la mente humana, la deformación temporal. Fue tan solo un instante, pero entendí que ya no me podía aferrar al tiempo, que no serviría de nada pensar que todo terminaría en pocas horas. Y cuanta razón tenía...

El miedo a una nueva distorsión me llevó a hacer una tercera llamada a mi amigo. “Ven pronto”. “Si si ya estoy aquí”. Entré en el coche, me traía chocolate, pan y agua. Lo único real era el salpicadero y la cara del colega, lo otro eran sombras, ecos, luces cambiantes. Necesitaba más azúcar. Y me quedé solo en el coche, al lado de su casa de payés, en el campo, intentando pensar algo bonito, pero ese “otro mundo” seguía allí, cada vez mas amenazador, más extraño, sentía que me engañaba intentando fingir una situación normal con toda esa atrocidad rodeándome. Llegó, y cogí un trozo de coca con mis manos sin tacto, lejanas, con unos dedos que se enroscaban en espirales infinitas. En ese momento tuve otros episodios de “vacío”. Respiraba profundamente agarrándome al asiento, al retrovisor, fijando la vista en mi amigo, en algo real que me uniera a nuestro mundo. Y su perro ladraba con furia, y con sus ladridos la oscuridad crecía, quedando cada vez menos elementos reconocibles, el cuentakilómetros, un trozo de volante, la cara de mi amigo que perdía los rasgos por momentos... Arrancó y nos alejamos de eso que un día fue su casa. Y me distraje, no se como pasó pero me distraje, acababa de entrar en el primer bucle.

A veces pasa, nos parece que hemos dicho algo ya, o que nos han respondido de ese modo antes. Es el llamado “Déjà vu”. Al principio no le presté importancia, era la segunda vez que mi amigo me preguntaba a que hora salía de trabajar, que si quería ir en bici. Pero cuando me di cuenta que ya había abierto la puerta para vomitar cuatro veces en el mismo lugar, me preguntaba por un amigo, luego que quería hacer y luego volvía a estar en el sitio de antes y el volvía a preguntarme a que hora salía de trabajar un escalofrío recorrió mi conciencia. Había muerto. No podía ser nada más. Nunca llegaríamos con el coche a la rotonda a escasos metros de donde nos encontrábamos. Nunca volvería a ver salir el sol. Al principio le seguí la corriente, yo era totalmente consciente de lo que me estaba pasando, quizás por eso sentía tanto terror. Intentaba cambiar la historia, intentaba hacer algo extraño que seguro no había hecho en el bucle anterior. Pero a medida que cambiaba mis palabras, se rescribían mis recuerdos y por mucho que me esforzara siempre quedaba la sensación de que ya había hecho lo mismo las 40 veces anteriores. Quería llorar, era una broma de muy mal gusto ver a mi amigo haciendo las mismas cosas, con el mismo sonido, los mismos comentarios eternamente. Era la muerte, no tenía otra explicación, todo había terminado ahí. Intenté encontrar el momento de “enganche”, el momento en que había muerto. Pero resultaba imposible, sin darme cuenta volvía a repetirse la situación. Canté, salté al asiento trasero “seguro que eso no lo había hecho, tengo que saber que ha pasado, porque no puedo seguir con mi historia”. Pero al saltar mi amigo me decía “¿Qué? ¿Se está bien aquí atrás?” y lo había dicho infinidad de veces”. Y no solo eso. El colega salía del coche y pasaba por delante....y de repente se invertía el tiempo y andaba al revés hasta volver al coche en el más completo silencio. Pensé en el infierno, eso debía ser el infierno, podía estar días atrapado y no me quedaban ganas de luchar, me decía, -venga, ya pensaré la manera de romper esto dentro de unas cuantas repeticiones más, estoy demasiado cansado- Y el mundo se me echaba encima. ¿Y si nunca volvía a salir el sol? ¿Y si mi conciencia nunca salía de esa burbuja temporal? El bucle de la rotonda fue el mas intenso. No sabía que tenia que hacer, si tenía que ver algo, o alguien o escuchar una voz, cual era la llave. No lo sabía y tampoco tenia muchas esperanzas, algo había ido terriblemente mal y había muerto. Pensé en salir del coche y correr por el maizal hasta algún lugar que no me sonara. En las primeras repeticiones mi amigo me cogía y volvía a entrar, pero al final corría y corría y sentía que lo había conseguido, no tenía la sensación de haber llegado nunca tan lejos en el bucle. Ahora, reflexionando, pienso que experimenté muchas posibilidades distintas en la línea del tiempo, muchos caminos que no eran el mío, y por eso, por no ver una continuación, regresaba al mismo punto de origen. Mi cerebro se había desintonizado, y podría haber estado vagando por esa escena eternamente. Se ve que se me pusieron en un momento los ojos como platos y grite “¡la llave es el tiempo! ¡la llave es el tiempo!”. No es ninguna tontería, tenía que ordenar los acontecimientos para encontrar el momento de continuidad, observar y entender el tiempo. El me hacía una pregunta y yo le hacía callar o cantaba o algo, aun no recuerdo muy bien cual fue la última y definitiva repetición que he seguido para estar hoy aquí posteando en éste foro. El momento exacto en que el asustado amigo ponía de nuevo las llaves en el contacto y se acercaba a esa inaccesible rotonda. Tuve otros bucles, menos intensos, como rebotes del primero, duraban pocas repeticiones y me los iba tomando con más calma. Nos acercábamos al mismo semáforo ya demasiadas veces, y no se ponía verde. ¿Que podía hacer? Seguir una historia, una continuidad. “Vayamos al hospital”. El mero hecho de encontrar un orden lógico -esperar a que se ponga verde el semáforo, parar en el Stop, pasar por el hospital, decirle que no pare ahí porque simplemente quería ver pasar acontecimientos- hacía que el tiempo no saltara. Ya eran las 7. La clave era concentrarme, si prestaba atención las cosas seguían su curso, sino la gente, todo, andaba hacia atrás o quedaba en un fragmento repitiéndose como un disco rallado. Pero el tiempo pasaba, cada vez repitiendo menos escenas y fundiéndose en una mera sensación de “dèjá vu”. Aun no era material, me costaba tener conciencia de mis manos y mis brazos, estaba mal calibrado, no se me ocurre otro término para describirlo. Hacía un gran esfuerzo para no perder mi idea de cuerpo físico, el interior del coche se iba completando, lo que antes era un trozo de salpicadero y la cara de un amigo ahora ya era un fragmento completo de “mundo”. Empezaba a salir el sol. Y la calle tenia un aspecto normal. Ya por última vez, y por una pequeña distracción, todo se quedo en silencio, nada se movía, y tenía un miedo terrible a mirar al colega. No quería verlo repitiendo un trozo de tiempo, abriendo y cerrando los ojos en el mismo instante. Lo hizo. Lo hizo un momento q q q q q q q q q q q q q q q qqqqque quieres hacer ahora?



“Volver a casa, y dormir. Que el tiempo fluya hasta que muera. Hasta los hongos se pueden convertir en el peor regalo para una persona, algo peor que la muerte, pueden deformar el tiempo, dejarte en la noche eterna, vivir un Nivel 5...”



Domingo 3 de Octubre de 2004

Autor: potentx

Publicado en Clubbing In Spain

 

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